El malentendido o falla básica inicial de la pareja humana es un concepto destinado a mostrar la presencia de lo inconsciente en la unidad bipersonal e intersubjetiva de la misma. Esta presencia se organiza como un diálogo psicosexual de palabras y cuerpos. En la trama de esta articulación hay un ideal, consistente en que cada miembro de la misma deposita, de manera inconsciente, un ideal que le es propio, en el otro miembro de la pareja. Dicho ideal es una instancia psíquica que se constituye como consecuencia de la necesidad de abandonar las posiciones narcisistas del Complejo de Edipo, pero que mantiene los elementos infantiles propios de esa impronta.
El concepto de tramado inconsciente relacional e identificatorio (T.I.R.I.) permite definir la presencia del inconsciente en el campo teórico y clínico de las familias. Al igual que el de malentendido o falla básica inicial lo hace en el campo de la pareja. Dicha trama está basada en la dramática edípica. El Edipo es el lugar de entrecruzamiento y fundamentación de la familia y del sujeto, es el articulador que regula el pasaje de la naturaleza a la cultura, de la endogamia a la exogamia, del narcisismo a la relación objetal, de la indiferenciación o simbiosis a la diferenciación o individuación del sujeto. Organiza el orden generacional, el orden de los sexos, y su lugar en los individuos componentes de una familia. Posibilita el acceso a la temporalidad.
Los fundamentos de estas posiciones, relativas a las parejas y familias, pueden encontrarse, en primer lugar, en diversos trabajos de S. Freud que van desde “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”, “Tótem y tabú”, “Psicología de las masas y análisis del Yo”, hasta “Moisés y la religión monoteísta”.
Pero en el ámbito particular de nuestros desarrollos, han tenido la máxima influencia, en la Asociación Psicoanalítica Argentina, las ideas de Enrique Pichón Riviere, quien utiliza el término “malentendido”, o la “situación triangular básica” y el proceso en espiral. Otra fuente igualmente importante son las ideas de Madeleine y Willy Baranger sobre “baluarte” y “campo dinámico”. Igualmente, son antecedentes en esta área la concepción de J, Lacan sobre los tres tiempos del complejo de Edipo y aún algunas posiciones sistémicas sobre homeostasis familiar, con autores como Jackson, Bateson y Ferreira, pero retraducidas a la luz de conceptos psicoanalíticos.
Los autores de estos conceptos sobre la presencia de lo inconsciente en parejas y familias, no hemos utilizado, en cambio, enfoques estructuralistas para definirlos, tratando de mantenernos lo más posible en el campo del psicoanálisis original.
Como el concepto de inconsciente debe ser formulado con todo rigor en cada abordaje que el psicoanálisis hace de un nuevo objeto clínico o teórico, corresponde particularizar su presencia en cada caso.
En la pareja, el ideal mencionado en la definición, no es sinónimo de idealización ni de enamoramiento, aunque las tres cosas puedan estar presentes en la pareja. El enamoramiento es una vicisitud de la libido, y la idealización es un destino del objeto. Pero el ideal, que se definió arriba, es lo determinante, el elemento inconsciente propiamente dicho. Pues su origen infantil narcisista lleva a un malentendido básico inicial sobre la real naturaleza del objeto.
Esta diferenciación es cardinal, pues el intento de tratar de mantener el ideal colocado en el otro lleva a un estado de simbiosis de la pareja, pero la falla (inevitable) del sistema del ideal, por los factores anti narcisistas de la vida, y otros más, lleva a la crisis de la pareja, que sobreviene siempre por la rotura de esa simbiosis.
Hay, por tanto, una “fundación mítica de la pareja» que se encuentra regularmente en las condiciones y las características del momento de encuentro inicial de la pareja, que muestra la “marca en el orillo” de lo edípico, que pasa a ser así no solo el complejo nuclear de las neurosis y el complejo estructurante del sujeto, individualmente considerado, sino también el complejo articulador de la pareja.
Con esa mediación y con el desarrollo del ciclo vital de la pareja, que incluye el nacimiento de los hijos, aparece la trasmisión generacional del complejo de Edipo. Lo que nos lleva a la familia, y a considerar la importancia fundamental de este complejo en la misma. De modo que, parafraseando a Freud, lo pensamos también como el complejo nuclear de la familia.
Esto significa concebir ese «complejo nuclear de la familia», como un modelo abierto, necesario y suficiente, que admite reelaboraciones enriquecedoras y no requiere de nuevos términos nucleares. Implica un orden topológico o témporo-espacial, y por lo tanto de devenir histórico que funciona como memoria o archivo familiar, condensa una historia multigeneracional, distribuye las posiciones identificatorias de los miembros y contiene a los mitos familiares como configuraciones privilegiadas.
El concepto de mito es entonces epistemológicamente un concepto intermedio entre el de «tramado inconsciente relacional identificatorio» (de mayor nivel de abstracción al igual que el de Inconsciente en psicoanálisis individual) y los conceptos más cercanos a la base empírica, como las formaciones sintomáticas.
En las familias sin patología marcada, los mitos son cuestionados siempre. En cambio en la patología, el mito, como «verdad religiosa», no se discute, se constituye en el único, rígido y no cuestionable articulador del agrupamiento familiar. El mito familiar, como equivalente de los sueños para el sujeto, es la «vía regia» de acceso al «tramado inconsciente relacional identificatorio» es decir, lo inconsciente en la familia. Y lo vincula también con la realidad exterior y lo social-cultural.
Desde la perspectiva del método, los instrumentos terapéuticos son, en ambos campos: el señalamiento (que generalmente se refiere a las interacciones comunicativas verbales o extra verbales), la interpretación (que se refiere a las ansiedades de ruptura o catástrofe del modelo narcisísta-atemporal previo) y la construcción (que se refiere a las hipótesis acerca de la verdad histórica).
Referencias:
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