El 3: Reflexiones históricas.

Para empezar: En torno al tres. 

(Este artículo es la última parte de un tríptico sobre temas institucionales.)

Permítanme iniciar esta última parte con una digresión en torno al número tres. Espero que sea sólo una digresión aparente: aquí también quiero llegar a una conclusión institucional.

Casi todos los números ostentan desde los orígenes de la cultura una alta carga simbólica y mítica, que por eso se ha extendido hasta el pensamiento religioso. Pero por algún motivo, sin duda, el prestigio del tres es, en ese sentido, incomparable.

Dejo para la consulta en un diccionario de símbolos, el enorme poder que su fuerza representacional ha tenido para la humanidad desde el comienzo, lo que le otorga carácter de sagrado. Sin embargo, como una cortesía para mis lectores, recordaré algunas de las muchas manifestaciones del tres. Pero seré muy somero pues la lista es casi interminable.

Ya desde la Poética de Aristóteles, toda obra es considerada en tres partes: introducción, desarrollo, conclusión. Lo que vale para cualquier obra y, por supuesto, para cualquier vida en general.

La forma sonata, tiene tres movimientos; en ciertos desarrollos pasa a tener 4, número igualmente muy simbólico que tiene otra gran cantidad de significados. Todos los sistemas mitológicos han abusado del tres: las Horas, las Parcas, las Furias, las Gracias, las Musas (3×3=9)… Y luego la Cristiandad: desde el concepto, capital en ella, de la Santísima Trinidad, (padre, hijo y espíritu santo) hasta, por ejemplo, las virtudes teologales (fe, esperanza, y caridad). En Oriente es importantísimo el 6 (1+2+3; 2×3).

En el campo psicoanalítico el prestigio del tres no cede, al menos en la obra de Freud, en textos y en conceptos. Le dediqué al tema un breve capítulo de un libro anterior: La cuarta herida narcisística. El narcisismo de las pequeñas diferencias, las tres profesiones imposibles y otras tríadas freudianas. Excursus sobre Sigmund Freud. (La extensión del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidos, 1994.) Evidentemente, en esa ocasión me quedé corto en el cotejo, pues rastreando más puntillosamente la obra, puedo decir que varios libros de Freud están nominados con el tres y puedo numerar -seguramente en forma incompleta, pues siempre se nos ocurre o aparece algún otro- más de 25 conceptos que se agrupan de a tres o que involucran al tres.

Entre los textos citaré:

  • Tres ensayos para una teoría sexual.
  • Los Dos principios del suceder psíquico se superponen como tres considerando la vicisitud nirvánica, o los tres tipos de placer que se van haciendo sucesivos -en un orden ideal- entre placer puro, placer realidad y realidad. 1910.
  • Hay tres artículos reunidos como Psicología de la vida erótica, entre 1910 y 1918.
  • El tema de los tres cofres. 1913.
  • Algunos tipos de carácter revelados por el psicoanálisis. (Son tres los descriptos).1916.
  • Después de los Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, de 1912, reúne tres artículos titulados como Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis, entre 1913 y 1915, uno de los cuales es:
  • Recuerdo, repetición y elaboración.
  • También hay tres partes o secciones diferenciadas en las que se dividen muchos libros capitales: Proyecto de una psicología, Introducción al Narcisismo, Más allá del principio del placer. (Hay también de cuatro, como “Tótem y tabú.”) Además de las tres partes del “Moisés y la religión monoteísta”, o las de la “Introducción al psicoanálisis” de 1915/16, y las del “Esquema” de 1938. Etcétera: por ejemplo, algunos historiales.
  • Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. 1922
  • Inhibición, síntoma y angustia. 1926

Y entre los conceptos:

  • Se definen tres zonas erógenas (oral, anal y fálico-genital, esta última, desarrollable en cuatro).
  • Y entonces tres fases de la libido: las mismas. (Pero además, por su localización desde el cuerpo en su camino hacia la intersubjetividad: auto erótica, del yo, de objeto.)
  • Tres tipos de carácter derivan de lo anterior. O 4: uretral.
  • Hay tres sistemas (o localidades) psíquicos en la primera tópica: inconsciente, consciente, preconsciente.
  • Y tres instancias (o espacios) en la segunda: ello, yo, súper yo.
  • Tres puntos de vista metapsicológicos (tópico, dinámico, económico)
  • Son tres las series complementarias (constitucional, predisposicional y actual-desencadenante)
  • Entre las muchas complejidades que sobrevuelan y se entrecruzan en Pulsiones y destinos de pulsión, se describen cuatro destinos, pero se desarrollan tres: trastorno hacia lo contrario, vuelta hacia la propia persona y represión. En ese contexto se describe la compasión, el voyeurismo-exhibicionismo y el sadismo-masoquismo. Acerca del amor habla de tres oposiciones: amar-odiar, amar-ser amado, y amar-odiar opuesto a indiferencia. Y desde allí deriva hacia las tres polaridades del alma: sujeto (yo)-objeto (no yo), placer-displacer, y activo-pasivo, a las que califica respectivamente como real, económica y biológica.
  • Es imposible no referir aquí a las 3 posiciones que van de los celos a la homosexualidad y a la paranoia, en el artículo del mismo nombre, citado antes.
  • Y a las tres diferencias estructurantes del sujeto: diferencia yo-no yo, diferencia de sexos, diferencia vida-muerte (en lo que puede distinguirse a su vez a la diferencia generacional).
  • Que deben articularse, de algún modo, con los pares antitéticos o dialécticos: activo-pasivo, masculino-femenino, fálico-castrado.
  • Tres profesiones imposibles (gobernar, educar, psicoanalizar)
  • Tres heridas narcisísticas de la humanidad (cosmológica, biológica, psicológica)
  • Tres malestares de la cultura (la fuerza de la naturaleza, la enfermedad y la muerte, las relaciones humanas)
  • Tres fuentes del enfermar (Análisis terminable e interminable): el influjo de los traumas, la intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración del yo.
  • Correlativamente a lo anterior debe recordarse: tres formas de resistencia a la cura: del yo -y aquí se desdobla en tres: represión, resistencia de transferencia y beneficio secundario de la enfermedad-; del ello -compulsión de repetición- y del superyó -conciencia de culpa y consiguiente necesidad de castigo- (Inhibición, síntoma y angustia).
  • Tres tipos de yo se describen en La negación; por su orden de aparición (según Freud): yo de realidad inicial, yo de placer, yo de realidad definitivo.
  • Hay tres modos de pensamiento (Tótem y tabú), ó, en cierto modo, cosmovisiones de la humanidad: animista, religiosa y científica. (También tres grandes tipos de religiones, hablando en general: totemismo, politeístas y monoteístas.)
  • Tres tipos libidinales (tres puros: erótico, compulsivo y narcisista, y tres mixtos: erótico-compulsivo, erótico-narcisista y narcisista-compulsivo)
  • Hay, fundamentalmente, tres teorías sexuales infantiles que giran alrededor de los temas del origen de los niños y la sexualidad: castración, teoría cloacal y concepción sádica del coito. Necesariamente se relacionan con las fantasías originarias ó protofantasías: Escena primaria, castración, seducción. Sin embargo, por su naturaleza, es difícil en esta materia dar al tres un carácter taxativo.
  • Desde luego, hay 3 personas en el complejo de Edipo (y tres son las edades del hombre que, como enigma, le plantea el oráculo a Edipo).
  • Dentro de este último orden de cosas, edípico, el tercero es primordial en la escena de Construcciones en psicoanálisis (nace un hermano) y también en el armado de la escena perversa o sado-masoquista de Pegan a un niño (otro niño observa).
  • Además, Freud también se atuvo centralmente al tres en la psicopatología o en la nosografía: tres psiconeurosis, tres neurosis actuales, tres psicosis.

(Puedo añadir que en mis desarrollos metapsicológicos he mencionado una tercera tópica donde se agregan tres instancias -como tales-: yo escindido, realidad externa, ideal del yo. Y luego, una cuarta, con otras tres: semejante, realidad material y espacio-tiempo.)

¿Es la mía una manía enumerativa? ¿Una fijación psicosomática al número (Lacan diría)? ¿O existe alguna condición del tres que le confiere la posibilidad de expresar innumerables -o por ello innumeradas- circunstancias humanas?

Estoy seguro de producir alguna sorpresa adicional a mis lectores si agrego que muchísimas concepciones sobre la historia intelectual humana son tripartitas: Peter Watson rastrea 30 (¡!) grandes sistemas de organizaciones tríadicas de la cultura, y agrega una, la 31, en la hechura de su propio libro.[1]

–o–

A través de una poesía de Eugenio Montale y de la consideración de una importante tríada histórica de la modernidad intentaré encontrar una respuesta que le dé sentido a la pregunta y me lleve a lo que quiero demostrar.

IL 3

La fortuna del 3
non è opera del diavolo.
L’ uno è la solitudine
il due la guerra
e il 3
salva la capra
e i cavoli.

Traduzcamos:

EL 3

La fortuna del 3
No es obra del diablo.
El uno es la soledad
El dos la guerra
Y el 3
salva la cabra
y los repollos.

La traducción que hago de los cinco primeros versos resulta fácil, hasta cierto punto, pero también está preñada de posibles sentidos, como corresponde a una poética de las más altas, en este caso la de Montale.

Pero los dos últimos versos son una expresión intraducible, que literalmente significa «salvar la cabra y los repollos», y que a veces también se expresa en otro modismo italiano equivalente: «nadar y guardar la ropa».

Como tal traducción es imposible en nuestra lengua, debemos arriesgar: el tres crea una situación que permite, entre dos males, salvarse de ambos: no perder la cabra y no perder tampoco los repollos; un tercero puede permitir que alguien nade y se despreocupe por la ropa. Equivale a nuestro criollo “salvar la ropa”.

Yo lo escribiría así: salva del aislamiento, o bien: salva –como un puente- una separación. En definitiva: el tres evita el aislamiento (la soledad de lo uno) y la «muerte» (la guerra, la oposición del dos). Resulta claro que no se trata de un tercer objeto concreto, solamente, sino de una situación que crea “terceridad”. ¡No es poca cosa para nuestras pobres vidas! Por eso al tres le perdonamos que nos traiga problemas, al obligarnos a su presencia: al sacarnos de unas situaciones nirvánicas, también nos permite crear y vivir en un universo simbólico.

Y este es el motivo por el que todas las tríadas de conceptos, que cumplen esa función, deben ser tomadas como una unidad: ninguna parte puede ni debe prevalecer ni desaparecer, pues si no, todo el equilibrio que se intenta crear, se destruye.

En cualquier institución, grande o pequeña, pasa lo mismo: el uno es la soledad (no hay institución), el dos es la guerra (hay dos bandos, no hay institución), el tres establece un puente por y sobre todos: reuniones de todos, no por categorías, producciones de todos (los que puedan y quieran), no de los elegidos a dedo por el uno o por el dos.

 

Para terminar: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, CON PSICOANÁLISIS.  Sobre la fuerza y la supervivencia de las instituciones.

Música porque sí, música vana,
Como la vana música del grillo,
Mi corazón eglógico y sencillo
Se ha despertado hegeliano [grillo] esta mañana.
Conrado Nalé Roxlo, con una licencia poética (E.C.M.)

Para que los hombres se interesen por algo,
es necesario que se encuentren en ello a sí mismos,
y que vean satisfecho en ello el sentimiento de sí propios.
(F. Hegel. Werke, t. IX, p. 27)

Por eso decimos que nada ha surgido nunca sin el interés de quienes cooperan a ello con su actividad. Y debemos decir que nada grande se ha hecho en el mundo sin pasión.
(F. Hegel. Werke, t. IX, p. 27 y sig.)

Cuando se habla de libertad hay que tener siempre buen cuidado de descubrir si no se querrá hablar, en realidad, de intereses privados.
(F. Hegel. Werke, t. IX, p. 430)

(En: Ernst Bloch, Sujeto-objeto. El pensamiento de Hegel. Trad. W. Roces. F. de C. Económica, 1982.)

Los hombres son fuertes
cuando representan ideas fuertes,
y débiles cuando sirven a ideas débiles.
Freud.

El “mundo”, tal como lo conocemos y vivimos, es el producto de la modernidad. Somos hijos de la Modernidad. No importa que nuestros afanes clasificatorios sitúen su comienzo en el descubrimiento de América o la invención de la imprenta. Pero sí tiene su importancia darnos cuenta que esos inicios simbólicos nos hablan del hombre saliendo de sí mismo: de un espacio físico que creía restringido (y amenazante al movimiento de salida de él) y de un espacio mental cerrado a grupos reducidísimos de personas.

A pesar de tan anteriores orígenes (siglo XV), se necesitó llegar a la Revolución Francesa (fines del siglo XVIII) para que la modernidad adquiriera su sello humano imperecedero (es decir: político) en la tríada “libertad, igualdad, fraternidad”. La Modernidad y la Ilustración venían ocurriendo, pero encontraron en la Revolución Francesa, y ella en ellas, un logotipo inmarcesible.

El hecho de que este verdadero ideal continúe incumplido no significa, sin embargo, que no esté vigente. La prueba de esta afirmación la constituye el hecho de que muchísima gente continúe muriendo por él, todos los días, aún sin saberlo. Pues parece que esa muerte se prefiere a la que proviene, lentamente o bruscamente, por la caída lenta de los deseos, que va matando al ideal.

Podría discutirse -y es un debate actual en la historiografía- si la revolución inglesa no fue “mejor” que la francesa y que además posibilitó la revolución industrial. (Que en realidad confundió la civilización con otra forma de barbarie.) Podría argüirse, como se hace hoy mismo desde el posmodernismo histórico, la inutilidad de la revolución francesa. Pero esos son debates que omiten dos hechos psicoanalíticos fundamentales: el papel de la soberbia prácticamente suicida de los monarcas absolutos (papel del padre de la horda), y el valor de lo simbólico como algo cuyo peso e importancia es mayor a todo lo demás, pues atraviesa indemne las vidas materiales de las generaciones de los hombres.

Lo cierto es que la fórmula libertad, igualdad, fraternidad, continúa siendo una divisa, y, al mismo tiempo, un destino incumplible. Esto no hace más que exacerbar nuestra curiosidad, en particular la siguiente: ¿qué ha hecho que desapareciera la fraternidad como valor, deshaciendo la tríada? ¿por qué los valores de libertad e igualdad se siguen agitando, pero ya separadamente y desde campos opuestos de ideología? (Pues las derechas reivindican la libertad, y las izquierdas la igualdad.) Recordemos que habíamos recomendado que las tríadas deben ser tomadas en su conjunto: un elemento regula a los otros y al mismo tiempo está determinado por los otros. De lo contrario desaparece su eficacia.

Nadie me tilde tan rápidamente de ingenuo, aduciendo que la más elemental observación de la economía capitalista y de la distribución de la propiedad muestra inmediatamente porque esa tríada no se mantiene. Y que tampoco pudo mantenerla ningún régimen no capitalista. Conviene sostener la pregunta porqué ningún interrogante se soluciona, o al menos se responde mínimamente, sin tener en cuenta la condición psicoanalítica de la situación. Y retengamos la observación de una doble inscripción de la fórmula, como deseable y, aparentemente, imposible.

Hubo, en principio, en la Revolución Francesa, un gran “malentendido”, al quedar equiparados todos estos términos en la mentalidad colectiva de la revolución. Esto se debió, muy probablemente, a que tan tempranamente como el 4 de agosto, a escasos 20 días de la toma de la Bastilla, la Asamblea Nacional decretó la abolición de todas las rentas señoriales (feudales) y la confiscación de todos los bienes de la Iglesia, todo ello sin compensación.

Pero ya en la redacción de los Derechos del hombre y del ciudadano, se establece que ellos son: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. En el camino que va desde la revolución misma, en 1789, al golpe de estado que la concluye en 1799[2], la libertad pasa a referirse a la propiedad y la igualdad, sólo a los derechos civiles. De modo que la fraternidad, “hija de la libertad y la igualdad”, pierde su papel de “reducir todas las barreras sociales” y “también la distancia entre los seres humanos”[3]

Dicho de otro modo: la libertad de propiedad implicaba una igualdad imposible, pues habría que ceder bienes, cosa que (el narcisismo de) nadie está dispuesto a hacer. El gran malentendido inicial consistió entonces en que se hablaba sólo de libertad política: si hubiera fraternidad habría que repartir los bienes.

Debo decir que la cuestión permanece abierta, y siempre se renueva. Yukio Hatoyama, primer ministro elegido en Japón en agosto de 2009 por el Partido Demócrata, me proporciona la posibilidad de reencontrar el tema.

Hatoyama ganó las elecciones este año, después de 54 años de predominio del partido conservador liberal,[4] que gobernaba desde 1955, es decir desde la guerra fría y a 10 años de la ocupación de Japón por los Estados Unidos.

Y publicó posteriormente lo que puede presumirse que es el motivo de su triunfo en un artículo denominado La llave de la fraternidad.[5] En el contexto de una crítica al “fundamentalismo de mercado” y al “capitalismo financiero”, que “carecen de consideraciones morales”, y con el desencadenante de la “reciente crisis financiera”, se pregunta cómo proteger a los ciudadanos, y expresa:

“De lo que se trata es de regresar a la idea de fraternidad –como en el lema francés de libertad, igualdad y fraternidad- como la fuerza moderadora que rebaja los peligros inherentes al uso de la libertad. Tal como yo la entiendo, esa frase debe limitar los excesos de la globalización y recuperar las prácticas económicas locales que proceden de cultivar nuestras tradiciones.” (Pero por motivos políticos y tal vez de otro orden, Hatoyama debió dejar el poder 9 meses mas tarde.)

Para darle fuerza a la ilación de mis pensamientos deseo recordar que el primer gran crimen de la humanidad, según nuestro mito bíblico, fue un fratricidio. (Anoto, al paso de la lectura, mi convicción de que un mito contiene la verdad material de un origen, luego atemperada por un relato que lo “reduce” a leyenda.)

¿Recordamos la anécdota? Abel apacentaba ganado, y obló a Dios un cordero cuyos humos abundantes y olores dieron mucho gozo a Él. Caín cultivaba vegetales, y su oblación de los mismos solo producía unos magros vahos, que no dieron satisfacción a Dios. Caín, al advertir la preferencia de Dios (en lenguaje coloquial o porteño diríamos: “quien le había chupado más y mejor las medias”), entró en ira, y mató a Abel. Su penalidad “sólo” consistió en la exhibición permanente de su traición.

La moraleja es fácilmente reconocible: si los hermanos son divididos por las preferencias de los líderes -pero particularmente por los volubles deseos de oblatividad del “interés privado” (narcisista) de “Dios”- y reniegan de la fuerza y complementariedad de sus propias acciones, van a la destrucción, o a una auto neutralización y a la pérdida de sus posibilidades de creatividad y por lo tanto de sus expectativas, cayendo en el desánimo o en una “filosofía de vida” melancólica. Un tipo de pensamiento auto conmiserativo que se observa bastante, tanto en el país como en muchas de sus instituciones. Y cuya salida “maníaca” suele ser la autocomplacencia.

–o–

Las tres partes de este trabajo tienen la misma estructura: hay un problema o conflicto, hay una solución, y hay una imposibilidad de lograrla, por causas inherentes a la condición humana narcisística, ya sea en la fuerza del “interés privado” de los “líderes” o en la debilidad gregaria de los “dirigidos” frente al mismo.

La necesidad de defender la alternativa “utópica”, reside en que es la única manera de crear un “topos”, hecho paradojal, pero, al igual que en el psicoanálisis, lugar posible de la intersubjetividad, en su camino a la interobjetividad.

Aunque esto sea de realización lenta y futura, es la manera de sostener un modelo a cuya aspiración no se puede declinar. Me identifico con esa posición.

 

[1] Watson, P. Ideas. Historia intelectual de la humanidad. Madrid. Crítica. 2006.

[2] Y hubo muchas vicisitudes: Asamblea Nacional Constituyente; Asamblea Legislativa de 1791; Convención Nacional de 1792; Terror, 1793; Directorio de 1795; golpe de Bonaparte de 1799.

[3] Ver: E. Khon-Bramstedt, en Capítulo VII de: Trayectoria del pensamiento político. J. P. Mayer, México, Fondo de Cultura Económica, 1961.

[4] Que en realidad, hoy por hoy, significa la derecha. La mimetización obliga al discernimiento: social democracia o liberal democracia. Con lo cual el término libertad, tradicionalmente de la izquierda, se trasladó a la derecha, y hubo que añadir el concepto social para significar a la izquierda. Como se ve, y contra ciertas concepciones ideológicas, izquierda y derecha siguen vigentes. El modo psíquico identificatorio por el que se mantienen, llevaría muy lejos estos comentarios, pero incluye la cuestión de la fraternidad.

[5] Voice/Global Viewpoint Network. El País, Madrid, 2 de septiembre de 2009.

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