La identidad sexual de los hijos de parejas homosexuales.

 

Hoy por hoy, estos temas son ya objeto de divulgación periodística. Y, desde luego han sido y van siendo estudiados por diversas disciplinas. Pero ya no se trata sólo de las familias ensambladas, relativamente conocidas, formadas por progenitores que aportan hijos de parejas anteriores, además de poder tener nuevos propios, aunque siempre por las vías sexuales habituales.

Las novedades vienen de otro lado, y dos cuestiones convergentes determinan la importancia que han adquirido. La primera, relativamente reciente, es la posibilidad de incidir sobre la fertilidad humana, y por lo tanto sobre la concepción y el nacimiento, con técnicas biológicas que ya no resuelven solamente casos de infertilidad, sino que permiten la concepción de manera independiente de la actividad sexual y aun de la pareja heterosexual. La segunda, que deriva de lo inmediatamente anterior, se refiere a la expansión y aceptación en el ámbito social y cultural, de la formación de parejas homosexuales. Naturalmente, este último hecho no constituye ninguna novedad entre los humanos como género, sino que lo que produce su remarcable importancia es su nueva legalidad.

Lo que más ha llamado la atención de la sociedad -y en muchísimos casos desatado feroces resistencias o durísimas polémicas- son las características de las identidades sexuales, referente a las uniones homosexuales de todo tipo que surgen de este nuevo panorama.

Estas, a través de los medios y de los propios movimientos sociales que las promueven, se conocen como uniones gay y lesbianas, a lo que se agrega el travestismo, la transexualidad o las parejas bisexuales. Y todo ese panorama confluye con la posibilidad de obtener fecundaciones por diversos medios biológicos y por el concurso de individuos ajenos a la pareja -más allá de la adopción-. Lo que causa conmoción en nuestras sociedades y crea incógnitas hacia el futuro.

Obviamente, un tercer elemento de incalculables proyecciones en éste ámbito, es la posibilidad de la clonación de seres humanos. Por el momento, todo lo que podría afirmarse al respecto es que si hay posibilidad de que esto ocurra, se hará. En la historia humana no existe ningún antecedente de que una conquista del conocimiento no sea llevada adelante -para bien o para mal- no importando quien lo prohíba, ni importando sus consecuencias.

Actualmente, sin embargo, y a pesar de lo apasionante de los interrogantes que se nos crean, lo más sensato que podemos decir, es que no sabemos cuáles serán las consecuencias o las vicisitudes a mediano y largo plazo, de los cambios que se están produciendo frente a nuestros ojos todos los días sobre esta materia.

Pero si podemos recordar algunas cuestiones que, aunque como todas las proposiciones científicas son susceptibles de revisión, nos den una idea de lo que ya está relativamente establecido, que nos permita comenzar a inteligir algo, en esos desconocimientos.

¿Que es lo que determina la identidad sexual? Hay, en primer lugar, un factor genético, que determina rígidamente -en condiciones biológicas normales- la anatomía y la fisiología de los sexos, pero que según sabemos, a pesar de esa rígida determinación, no impide que personas con un sexo anatómico, pertenezcan psicosexualmente al otro. Es decir que sobre ese carácter genotípico actúan otras determinaciones, que son las que influyen en el fenotipo que finalmente se manifiesta.

Un segundo factor es la fuerza instintiva o pulsional. Si bien esa fuerza instintiva parece acompañar aproximadamente al factor genético sexual -lo cual, en lo aparente, permite también diferenciar a ese nivel lo masculino y lo femenino atribuyéndosele una mayor actividad a lo primero y una mayor pasividad a lo segundo-, tampoco esto brinda una apoyatura sólida para una diferenciación, pues también en este terreno, la fuerza instintiva puede ponerse al servicio de distintas posiciones psicosexuales, e invertir esa polaridad clásica.

Un tercer factor puede ser más influyente en la determinación, y es el conjunto de identificaciones que cada sujeto recibe de sus progenitores de ambos sexos. Me refiero a rasgos de conducta, o inclinaciones a tal o cual afinidad electiva sexual, pero sobre todo al contenido inconsciente que a través de ellas un progenitor trasmite al respecto, lo que tiene que ver con su propia sexualidad, o con la que espera de sus hijos.

Pero esto tiene también un doble sentido potencial, pues esas identificaciones pueden actuar reforzando las características del sexo biológico, (por ejemplo identificaciones femeninas maternas en una hija mujer) o bien producir un efecto opuesto (por ejemplo las mismas identificaciones femeninas maternas produciendo una posición femenina en un hijo varón). Aunque les parezca asombroso a los espíritus organicistas y positivistas, es como si las identificaciones -esas cosas intangibles- superaran a la fuerza pulsional, y se impusieran, incluso, al factor genético.

Va resultando claro, por lo tanto, que más que factores excluyentes de determinación, existe un mosaico de posibilidades combinadas, donde lo psíquico influye sobre lo biológico, dando lugar a una manifestación predominante, que, por marcada que sea, no es única.

A estos factores debe agregarse un elemento social de la determinación sexual. Como es por demás sabido, antiguas civilizaciones prohijaban la homosexualidad, por ejemplo, y otras más actuales, la han execrado. Ni las unas impidieron la heterosexualidad, ni las otras la homosexualidad. Pero es evidente que la mayor tolerancia social ha permitido una expresión más sana de la homosexualidad, que ha quedado más libre de la crítica social, que internalizada por los propios homosexuales, hacía mucho más difícil su existencia, y en épocas, hasta su supervivencia. Los denominados «estudios de género» han enfatizado en la idea de una construcción cultural de la identidad sexual, y contribuido por ese medio a ese mayor conocimiento (y tolerancia).

Pero dichos estudios olvidan, muchas veces, que fue el psicoanálisis quien estableció ese carácter de lo psicosexual como no idéntico a lo biológico, y por lo tanto operando como un elemento de la cultura.

Lo expuesto sobre la importancia del factor psíquico sobre el biológico, permite pensar que en el futuro, los hijos de cualquier sexo producto de parejas homosexuales, ya sean masculinas, por adopción, o por fecundación de un vientre donante, o, en el caso de las parejas femeninas, también por adopción o por fecundación mediante semen donado, o, en el caso de parejas bisexuales (en el cuadro de una eventual tetra parentalidad familiar-social a punto de partida de una relación heterosexual biparental), todos ellos, obtendrán su identidad sexual por los mismos caminos que los de las parejas heterosexuales clásicas y actuales: su determinación biológica y la articulación de la misma con las fuerzas instintivas y las influencias identificatorias.

Por lo menos nada permite hoy afirmar lo contrario. Puesto que también conocemos sobradamente el contra ejemplo -que no hace sino confirmar esta impresión- de hijos/as homosexuales, surgidos/as de parejas heterosexuales convencionales. Dicho sintéticamente: los hijos/as homosexuales, surgen de parejas heterosexuales. De este hecho, capital, suelen olvidarse los que “ponen el grito en el Cielo” frente a la homosexualidad.

En cuanto a la clonación, el enorme revuelo causado en un primer momento por la aparición de su posibilidad, obnubiló un tanto algo que ya sabemos y que puede expresarse de la siguiente manera súper sintética mediante dos observaciones divergentes:

  1. La clonación, en un cierto e importante sentido determinante, es algo «existente», y es real: todos los humanos somos «clones» de nuestros ancestros cuando las fuerzas identificatorias se ejecutan, cerradas, en sus componentes alienadores, impidiendo la individuación y la variación.
  1. Contrario sensu, la clonación es una ilusión: nuestra constitución psíquica en la triangularidad, si está mínimamente exenta del intento de dominio por parte del “otro” formador, transforma lo mental e impide la inmutabilidad de la repetición orgánica. Cada crianza es diferente, y por lo tanto constituirá a individuos diferentes. Sin contar los elementos permanentemente cambiantes de los espacio-tiempos socio-culturales. A lo que hay que sumar la situación psíquica que se producirá en el propio eventual clon, al conocer su condición. Nada es lo mismo.

(Del libro Familia, psicoanálisis y sociedad. El sujeto y la cultura.)

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